(BASADO EN HECHOS REALES)
Febrero
de 1937:
Suenan las
sirenas de evacuación, Manolillo y su familia todavía están en la choza de La
Malagueta. El avance de las tropas extranjeras es inexorable. Los camisas negras italianos luchan a las
puertas de la ciudad, la aviación alemana hace estragos, y el tercio moro asoma
por la costa.
—Padre, déjelo,
nos tenemos que ir ya—apremia Adelina, su madre, mientras con una mano tira del
burro y con la otra sujeta a la niña chica.
El abuelo se
entretiene en guardar los cenachos y algunos aparejos de pesca. La pequeña
Dolores no suelta la mano de su hermano mayor, al que sigue muda, con la cara
churretosa y expectante. Manolillo, a sus trece años, sospecha lo que su madre
no atina a comprender. El abuelo no ha dicho nada, pero solo hay que observar
su acentuada cojera para suponerlo.
El hombre, de
piel arrugada y curtida, al fin se decide a hablar: