Extrañas
sombras surgen de la oscuridad, difusas como el humo, terribles. Se acercan, un
miedo primitivo me hiela las entrañas que se encogen con angustia. Las tinieblas
llegan, están sobre mí; están en mí. Mi cuerpo se convulsiona, los músculos se
contraen con espasmos, la mandíbula gira sobre sí misma, los ojos se hinchan,
mis facciones cambian. Hay dolor, pero es superado por el miedo, el horror de
la mente ante el caos.
Todo
escapa al raciocinio. Las leyes naturales, el orden que da poder y paz al
hombre, no existen. La barrera entre lo real y lo irreal ha desaparecido. La
lógica ha derivado en absurdo: la gravedad es aleatoria, el tiempo variable. La
habitación donde me encuentro cambia a cada parpadeo. Grito con pavor, la voz
se distorsiona, como si el aire no fuese homogéneo. El alarido gira y vuelve a
mí, pero ahora es una carcajada que intenta penetrar en mi garganta. ¡No!