El trayecto es
corto, apenas cinco minutos. Los pasajeros, casi todos estudiantes, visten
ropas veraniegas, mangas cortas, colores alegres. El estío se empeña en no
desaparecer, en alargarse hasta octubre, o incluso hasta noviembre. «Es el cambio climático» rumia el viejo profesor.
Aquel es su último año, no puede demorar más la jubilación. Son sus postreros
viajes en tren hasta el campus. Le gusta confundirse entre la multitud de
jóvenes que cada día abarrotan los vagones del convoy. Escuchar sus
conversaciones banales, sus anhelos mundanos, sus sueños y aspiraciones. ¡Qué
diferentes a los de su juventud! Pero cada generación debe vivir su tiempo.
Algunos alumnos lo reconocen, otros se preguntan quién es ese anciano con
chaqueta de pana y pajarita desfasada. Cierra los ojos y recuerda otras épocas,
imágenes que se suceden sin orden; años ochenta, noventa, finales de los
setenta… decenas de cursos académicos a sus espaldas, hombres y mujeres cuyas
trayectorias posteriores desconoce. Algún político, varios científicos. La gente con carrera se mueve bastante, tiene
exalumnos repartidos por toda España, y también en el extranjero. Por
desgracia, muchos han emigrado por pura necesidad.
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domingo, 27 de agosto de 2017
lunes, 14 de agosto de 2017
RELATO DE LA SEMANA 4
Este relato negro lo escribí al revés; por eso empieza por "Fin". Si quieres conocer el título lee hasta el final... bueno, hasta el principio de la historia.
Ni fuimos felices ni
comimos perdices. Al final, la mujer que yo amaba me engañó. Se quedó con el
dinero y se fugó con el tipo guapo. ¿Os parece un buen desenlace? A mí no.
Aunque supongo que ella y el joven sí estarán satisfechos.
Mi abogado me ha
dicho que no cuente nada, que mi mejor defensa en el juicio será el silencio,
así que voy a desahogar mi ira e indignación en este diario secreto. Os puedo
confesar que Claudia —así se llama esa hembra desalmada—, es la culpable de
todo, no lo puedo demostrar, pero ella fue la inductora del crimen. Si es que
saquear parte de los activos de un gran banco se puede considerar un delito, sobre
todo si se trata de un banco español que durante años ha estado estafando a sus
clientes.
El plan fue cosa mía,
es cierto, pero yo solo lo hice para ganarme el favor de esa esplendida mujer
de la que me enamoré el primer día que fijó sus ojos en mí. También es innegable
que fui el ejecutor, la mano que movió los hilos. No podía ser de otra forma,
por mi profesión yo era el único de los tres que podía efectuar la operación
financiera.
Precisamente por ese
motivo se acercaron a mí. Debí de ser más perspicaz, sospechar la maquiavélica
artimaña de esos dos embaucadores. En mi defensa reitero que caí presa de los
encantos femeninos de Claudia. Sus hechizos nublaron mi visión, no habría advertido
ni a una estampida de elefantes entrando por la puerta de mi oficina aquella
mañana, cuando ella se presentó ante mí por primera vez.
viernes, 4 de agosto de 2017
RELATO: VENGANZA ROQUERA
El sol del
mediodía atraviesa los ventanales, golpeando sin piedad la amplia habitación del
hotel cinco estrellas: tapicería clara, paredes blancas, cama enorme. Un hombre
de mediana edad yace sobre ella con las piernas y los brazos atados en cruz,
sujetos a los barrotes del dosel. Sábanas sudadas anudan sus tobillos y muñecas.
El cuerpo está parcialmente cubierto hasta la mitad del torso.
Abre los ojos,
el dolor de cabeza es tremendo. Resaca de alcohol y drogas. Tarda en advertir las
ligaduras, la noche fue movida. Le cuesta recordar. El concierto acabó tarde, el
público coreó su nombre: «Mr. Jon», y como siempre, hubo fiesta en el hotel.
Joder, ¿con quién se acostó? Oye ruido en el baño, quiere llamar pero no le
sale la voz. El móvil zumba sobre la mesita con insistentes wasaps. Intenta cogerlo, pero las
estúpidas sábanas se lo impiden.
—¡Mierda! —El
exabrupto suena rasgado, ronco.
—¡Eh! ¿Hay
alguien ahí? ¡Vamos zorra, ven a desatarme!
No importa quién
sea, a todos sus ligues las llama zorras. Intenta recapitular; recuerda a un
pibón, muy alta, labios gruesos, pechos de silicona, culo duro como un balón de
fútbol. ¡Hostia! Sí, se acuerda de ella. ¿Cómo se llamaba?
El agua corre en
el lavabo. Algunas escenas de la noche comienzan a danzar en su mente. Se
retuerce intranquilo. ¿Por qué se dejó atar? Eso todavía está turbio. Siente
ganas de mear y un dolor agudo en el bajo vientre.
Al fin asoma
ella en bata de lencería negra. Debajo solo unas braguitas. Cuerpo exuberante.
En la mano una tablet con la cámara
encendida, enfocándolo.
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